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Día del Juez en el Perú. Chiclayo, 04 de agosto de 2014. Discurso de Orden.

5 agosto, 2014

 

Estimados amigos:

Acaba de celebrarse el Día del Juez en el Perú y la ceremonia conmemorativa por este encuentro ayer 04 de agosto, contó con un discurso que nos pareció realmente brillante, a cargo del Dr. Pablo Díaz Piscoya, juez Superior de nuestra Corte de justicia.

Con la autorización del autor, reproducimos dicho texto.

Vayan nuestros cálidos saludos, finalmente, a todos aquellos colegas que ejercen función jurisdiccional.

Saludos cordiales,

Edwin Figueroa Gutarra

 

 

 

DISCURSO POR EL DIA DEL JUEZ

DR. PABLO DIAZ PISCOYA

Señor Presidente de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque

Honorables Autoridades concurrentes a esta ceremonia

Distinguidos colegas Jueces presentes

Damas y Caballeros

 

La Comisión encargada de los actos de celebración por el Día del Juez para el presente año judicial, en acuerdo que me honra de sobremanera, ha tenido a bien designarme para dar el discurso de orden, por lo que, en fiel acatamiento de dicho mandato y del Decreto Ley Nº 18918, al cual se le ha dado lectura, doy cuenta a ustedes el cumplimiento de lo encomendado.  

Permítase iniciar esta alocución con una reflexión tomada de la Santa Biblia, me refiero al Libro del Deuteronomio, cuando Moisés hace alusión al momento en que decide organizar al pueblo con jueces que le ayuden en las funciones de dirección y de juicio en los asuntos que a éste atañen:

Nombramiento de jueces: 9 En aquel tiempo yo les dije: Yo solo no puedo hacerme cargo de todos ustedes, 10 porque el Señor, su Dios, los ha multiplicado y hoy son más numerosos que las estrellas del cielo. 11 Que el Señor, su Dios, los haga crecer mil veces más, bendiciéndolos como les ha prometido; 12 pero, ¿cómo voy a soportar yo solo su carga, sus asuntos y pleitos? 13 Elijan de cada tribu algunos hombres hábiles, prudentes y expertos, y yo los nombraré jefes de ustedes. 14 Me contestaron que les parecía bien la propuesta. 15 Entonces yo tomé algunos hombres hábiles y expertos y los nombré jefes de ustedes: para cada tribu jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez, y además designé escribas para las tribus. 16 Y di a sus jueces las siguientes normas: Escuchen y resuelvan según justicia los pleitos de sus hermanos, entre sí o con emigrantes. 17 No sean parciales en la sentencia, oigan por igual a pequeños y grandes; no se dejen intimidar por nadie porque la sentencia es de Dios. Si una causa les resulta demasiado ardua, pásenmela a mí y yo la resolveré. 18 En la misma ocasión les mandé todo lo que tenían que hacer. Así les indiqué aquella ocasión todo lo que ustedes debían hacer.”

La reflexión que hoy quiero compartir con ustedes, está dada en la forma como fueron elegidos los jueces, es decir, se escogió al hombre privilegiando sus habilidades que tenían, luego que tuvieran prudencia y finalmente que tuvieran experiencia; lo que traducido a nuestro tiempo, diríamos que todo Juez debe ostentar liderazgo, ser reflexivo en todo acto de su vida y si sabe de Derecho mejor.

Digo entonces, que mejor semblanza para recordar a nuestro homenajeado el día de hoy, como lo es el Honorable Juez peruano, y para júbilo nuestro lambayecano, me refiero al Dr. Guillermo Doig Buendía.

Enfatizo desde ya público presente, que este homenaje no resulta ser un mero cumplimiento al mandato contenido en el Decreto Ley N° 18918, el cual nos impone rememorar la obra de los Magistrados Peruanos que han contribuido a la correcta administración de justicia; sino más bien, creo yo que es un justo reconocimiento a la honorable trayectoria de vida y trascendente vocación de servicio por la justicia que manifestó en todo momento de su existir nuestro homenajeado; y, será así porque una vez que conozcamos de su vida y obra, entenderemos que tenemos mucho que aprender de él, de su ejemplar trayectoria en la carrera de la magistratura, de su caballerosidad señera y de su honorabilidad sin tacha, que le hizo merecedor ocupar el primer sitial de la Magistratura nacional, como lo es la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia de la República.

El Dr. Guillermo Doig Buendía nació en el amor de sus padres don Luis Víctor Doig Lora y doña Rosa Elena Buendía Castellanos, en la ciudad de Lambayeque el 25 de Noviembre de 1919. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Nacional San José de Chiclayo, así como en la Gran Unidad Escolar Andrés Rázuri de la ciudad de San Pedro de Lloc. Sus estudios universitarios los realiza en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero se llega a titular en la Universidad Católica del Perú.

Graduado ya como abogado, ejerció en los primeros años la defensa libre, época en la que, como el escogido de su pueblo, llega a ser Alcalde de la ciudad de Lambayeque.

El Dr. Guillermo Doig Buendía contrajo matrimonio con la señora Carlota Hortensia Sánchez Treguer, dama de ascendencia tacneña, con quien tuvo cinco hijos.  

Teniendo como cualidades su vasta inteligencia, su probidad y honestidad, decide abandonar el camino menos sacrificado pero mejor remunerado que le ofrecía la profesión de abogado libre, para iniciar su brillante carrera como Magistrado, llegando a ocupar el cargo de Juez Instructor de la Provincia de Lambayeque.

Es en el año 1956 que por méritos propios asciende al cargo de Vocal Superior de esta Corte Superior de Justicia de Lambayeque, donde mostrando su liderazgo y cordialidad amistad con sus pares, llega a ocupar por cinco veces la Presidencia, en los años 1965, 1966, 1970, 1974 y 1975.

El Dr. Doig Buendía fue un apasionado por la cultura jurídica, la que combinada con el quehacer de la magistratura, hizo de él un erudito en la materia del Derecho Penal, lo que le valió para desempeñar con acierto la cátedra de Derecho Penal de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, y de cuyas magistrales clases pueden aún dar cuenta muchos de sus alumnos aquí presentes.

En el año 1976 asciende al cargo de Vocal Supremo, siendo por sus sabios conocimientos y apostolado por la justicia, que lo llevaron a ostentar el más alto cargo de la judicatura nacional al que todo magistrado aspira, pues, en el año 1979 es electo por sus pares como Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la República. Es bueno conocer que durante su gestión, se crearon en nuestra Corte Superior dos Tribunales Correccionales más, las que más tarde pasan a convertirse en la Segunda y Tercera Sala Penal.

Actuó como representante del Poder Judicial para la aprobación de la Constitución de 1979, siendo elocuente su intervención en la 62ª Sesión llevada a cabo el 6 de Junio de 1979, donde dejó expresado su sentir por la celeridad de la administración de justicia, señalando la inconveniencia de la propuesta para que los Fiscales Supremos emitan dictamen previo a todas las resoluciones que emitiera la Corte Suprema; así también defendió la facultad de declarar la inconstitucionalidad de las leyes en vía de acción.

Además, fue integrante del Consejo Nacional de la Magistratura durante los años 1980 y 1981; y fue designado como Jefe del Órgano de Control de la Magistratura en el año 1986, retirándose de la magistratura nacional en este mismo año.

Alejado de la magistratura nacional y en el sosiego de su familia, falleció el 10 de Mayo de 2014, no sin antes haber expresado su deseo de hacer reposar sus restos en el cementerio El Ángel de su entrañable ciudad de Lambayeque, hasta donde hace unos días, con la anuencia de su familia, estuvimos presentes para elevar una oración al Divino Hacedor, para que lo siga manteniendo en la gloria que está reservada para los hombres privilegiados como él.

El devenir histórico de nuestra Corte Superior de Justicia de Lambayeque me obliga hacer un paréntesis, para singularizar esta época de vida como Magistrado Superior del Dr. Víctor Guillermo Doig Buendía, pues, no cabe duda que junto a los doctores Humberto Gálvez Durand, Juan Manuel Méndez Osborn, Federico Peralta Rosas, José Antonio Silva Vallejo, entre otros, marcaron una época de oro en la magistratura lambayecana, tanto así que todos los mencionados llegaron a ser Vocales Supremos. Dignos Jueces que emularon a otros grandes hombres de la cultura jurídica local, como lo fueron en su época los doctores Ernesto Figueroa Estremadoyro, Juan De Dios Lora y Cordero, Ángel Gustavo Cornejo que al igual que nuestro homenajeado se inició como Juez Instructor de Lambayeque en 1908, y el doctor José León Barandiarán; de quienes hasta ahora nos seguimos nutriendo de su saber luminoso.  

     A propósito de esta obra que me habéis encomendado, doy cuenta a Uds. distinguido público presente, que aún existe pendiente de escribir la historia del Poder Judicial en Lambayeque, pero en cada caso particular al que podemos acceder, encontraremos acontecimientos de lo más grandiosos; así, como parte de nuestra tarea de investigación, hemos advertido que con motivo del discurso pronunciado por el doctor José Antonio Silva Vallejo a propósito de asumir el cargo de Presidente de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque en el año 1979, decía lo siguiente:

“Dentro de las vidas luminosas que hemos tratado y conocido muy de cerca, quiero dejar aquí pública constancia de mi reconocimiento a la ejemplar conducta, caballerosidad señera, honorabilidad sin tacha y gran capacidad de los señores Presidentes que me han antecedido en esta Corte (…) al Dr. Guilermo Doig Buendía, por todos ustedes conocido, lambayecano eminente y hombre enérgico y de gran carácter, quien precisamente hoy día acaba de jurar como Presidente de la Corte Suprema, culminando su brillante carrera como Magistrado”

No cabe duda que las cualidades personales vertidas en aquel discurso que os doy cuenta, califican al Dr. Guillermo Doig Buendía como un excelente magistrado y digno de rememorar su obra; convirtiéndolo en un paradigma al que todo magistrado de hoy en ejercicio de la más alta función encomendada a los hombres, debe servirnos como ejemplo a seguir.

A propósito de la función encomendada al Juez, hay quienes hasta ahora siguen preguntándose: Qué hace un juez?; Cuál es la actividad que realiza a propósito de esa función?; a cuya pregunta son innumerables las respuestas que la doctrina y la experiencia nos brinda. Así, en el mundo del inicial derecho romano-germánico se les atribuía a los jueces como actividad, ser simples voceros de las decisiones que ya había tomado el legislador, esto es, eran “boca de la ley”; para el mundo anglosajón en cambio, los jueces siempre ostentan poder, poder de decisión, aquí el juez al enfrentar una norma de amplia cobertura de interpretación, debe tomar verdaderas decisiones basadas en su concepto de justicia, y en su propia concepción sobre el contexto de la legislación. Pero es el jurista anglosajón Ronald Dworkin, quien haciendo uso de la conocida metáfora del Juez Hércules, nos presenta como un juzgador ideal, inmensamente sabio, conocedor de todo el Derecho pasado y presente, de todas las fuentes, y capaz de rastrear toda esa información en un tiempo limitado.

Más allá de la exquisitez filosófica en la que se involucra los criterios doctrinarios señalados, habrá que decir que los jueces somos seres terrenales, que como todo ser humano presentamos virtudes y flaquezas, que somos consientes de haber recibido una de las más nobles y a la vez incomprendida tarea de administrar justicia, pero que la asumimos como un apostolado, y que actuamos siempre con responsabilidad, total imparcialidad, honestidad y sobe todo con humildad. Por eso digo: No pregunten que hacen los jueces por la sociedad, porque sabemos bien lo que sería una sociedad sin sus jueces.

Mostramos humildad frente a los halagos que, como el del maestro de Florencia, Piero Calamandrei nos dice: “Amo al juez porque me siento hecho de su misma carne; lo respeto porque siento que vale, potencialmente al menos, el doble que yo abogado”. Y en esta misma idea, es bueno recordar aquel episodio de vida familiar que nos cuenta el jurista Juan Monroy Gálvez, a propósito de la noticia que recibe de su hijo “Juani”, quien siendo aún estudiante de la facultad de Derecho de la Universidad Católica, le comunica su deseo de ser Juez, por lo que le aconseja: “(…) debes ser juez porque juzgar es un acto divino. No hay actuación profesional que pueda acercarte más al Maestro, de hecho cada decisión que expidas será una ofrenda a su grandeza”. Agregaba luego “(…) quiero prestarte una oración. Cuando se acabe el día y llegues a casa a descansar, agradécele al Pastor lo vivido, todo es de él, tú lo sabes. Luego, no dejes de hacer este pedido: ruégale que jamás permita que la injusticia no te duela, porque sin ese sentimiento no vale la pena vivir. Solo te presto la oración porque la necesito diariamente para seguir viviendo”.    

En esa enorme responsabilidad de ser Juez, no habrá de temer entonces cuando tengamos que decidir contra el litigante poderoso que no tenga la razón; o a condenar al político deshonesto que te acusa de hacer persecución política; o a decidir a favor de aquella madre que tras haber aportado la prueba suficiente, clama el reconocimiento de su hijo al padre que pretende evitar los efectos jurídicos de su paternidad; que nada pueda torcer tu criterio razonado, imparcial, sano y justo, como lo hizo en el quehacer diario de la función jurisdiccional nuestro homenajeado Dr. Guillermo Doig Bundía.

Sabido es que en este diario trajinar de nuestro quehacer judicial, permanecemos muchas horas involucrados en el estudio de expedientes y la pantalla de un computador; que muchas veces postergamos o descuidamos los deberes de atención a nuestra familia para dar cumplimiento a esta augusta misión; pero es necesario comprender también, que habiendo escogido una vida dura y a veces incomprendida, consideremos que el excesivo trabajo deshumaniza, y al deshumanizarnos inevitablemente dejamos de cumplir nuestro rol como la sociedad espera.

No quiero desaprovechar la ocasión para compartir con mis colegas jueces presentes algo que considero importante de la maravillosa obra “Don Quijote de la Mancha” de Miguel Cervantes Saavedra, cuando refiriéndose al bien, lo relaciona siempre con la armonía y las formas bellas, advirtiendo el personaje que: “hay dos maneras de hermosura una del alma y otra del cuerpo; la del alma campea y se muestra en el entendimiento, en la honestidad, en el buen proceder, en la liberalidad y en la buena crianza, y todas estas partes caben y pueden estar en un hombre feo; y cuando se pone la mira en esta hermosura, y no en el cuerpo, suele nacer el amor con el ímpetu y con ventajas”. Hagamos pues sin pensar en el romanticismo de cervantes, que nuestra alma refleje hermosura en cada acto decisivo de nuestra función de Juez.  

En este Día del Juez hago extensivo mi más cordial saludo a los Jueces del Perú y en especial a los de este Distrito Judicial de Lambayeque, decirles que más allá de la gran cantidad de expedientes sobre asuntos conflictuales que nos corresponde resolver día a día, debe primar entre nosotros una indeclinable y fraternal amistad; que debemos estar unidos y que el Centenario de nuestra Corte Superior de Justicia de Lambayeque nos encuentre como una institución sólida y seamos lumbrera de la administración de justicia en el Perú.

A vuestros familiares del Dr. Guillermo Doig Buendía aquí presentes, decirles que la modestia de este homenaje, se vea compensado con el sano propósito que tengo de dar cuenta a la sociedad, sobre nuestra profunda admiración por su trayectoria de vida; que nos sentimos orgullosos de pertenecer a esta Corte Superior en las que nos precedió como excelso magistrado; al mismo tiempo, permítasenos compartir ese enorme legado de caballero honorable y de moral íntegra que les ha dejado.    

Creo Señores haber cumplido la misión encomendada, pidiendo que los plausos del día de hoy sean para nuestro homenajeado el Dr. Guillermo Doig Buendía.

Muchas Gracias

 

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